Escena de La tentación vive arriba.

La tentación vive arriba (1955): la sarna de los siete años

Esta película no ha envejecido muy bien y ya en su trama básica se nota cierto tufillo rancio a machismo y a los pilares básicos de la década en la que está realizada, no sin la sulfúrica crítica de su director. No parece lo más adecuado tampoco señalar las fallas morales o escenas chocantes para el 2020 lo que en 1955 era de lo más normal o aceptado por la mayoría.

Datos de la película

  • Género: comedia.
  • Director: Billy Wilder.
  • Reparto: Marilyn Monroe y Tom Ewell.

Puedes ver el tráiler de La tentación vive arriba aquí:

Resumen de La tentación vive arriba

Richard Sherman es el jefe de una editorial de segunda que publica refritos o folletines de novela negra o de clásicos para llamar la atención del público rápidamente y sin mucho gasto. Durante el verano, y por el excesivo calor, su mujer e hijo acostumbran a pasar las vacaciones en la playa mientras el padre se queda trabajando.

El problema principal de Richard y el origen de prácticamente toda la comedia de la cinta es su imparable imaginación. La mente de Sherman empieza a divagar como en el cuento de la lechera sobre la supuesta infidelidad de su mujer, sus capacidades seductoras o su asesinato en pensamientos tan rocambolescos como divertidos.

Crítica de Billy Wilder al matrimonio

Alerta spoiler: si no has visto La tentación vive arriba, puedes tragarte algún spoiler a continuación.

Al piso de arriba se traslada durante una breve temporada una joven y bella actriz de publicidad de nombre desconocido. La chica despampanante y la lectura de un libro de psicología sobre infidelidades le hacen entrar en una divertida neurosis. Son estos los elementos que utiliza Wilder para criticar la institución básica de la sociedad estadounidense de los años 50: el matrimonio.

El sagrado matrimonio que hay que cultivar y cuidar, pero al que todo el mundo le insiste en darle oportunas canas al aire (el psicólogo, el de la alfombra, su jefe, el pasadizo al piso superior). Las soluciones que busca como llamar por teléfono a su mujer o hablar con un psicólogo especializado en esos temas no resultan en nada. Su mujer solo le insiste en no fumar, comer bien y que le envíen el remo del dichoso barco. El psicólogo no le da respuesta, solo ambigüedades indescifrables y el salario por sus sesiones. Encima parece haber una maldición sobre el séptimo año de unión matrimonial que pone de los nervios y justifica los instintos del padre de familia.

Así, se conforma un relato bastante crítico hacia el matrimonio o el adulterio, pero que finalmente en su moraleja final lo defiende como vía de obtención para la felicidad. Un poco artificialmente porque no se ve casi nunca a la esposa.

La estereotipada figura de Marilyn Monroe en La tentación vive arriba

Qué decir de Marilyn Monroe, que con esta película se marca para siempre su imagen en la cultura popular como rubia tonta y guapa. No se puede decir mucho más porque son los monólogos de Tom Ewell los que chupan el protagonismo de toda conversación y porque Monroe no es que haga mucho.  Aparece, alguien dice lo guapa que es, ella responde con una gracia pizpireta y con un doble sentido erótico y se repite el ciclo.

La mente infantil de la vecina de arriba la hace entrañable y tierna, lo que rompe un tanto con las escenas de beso con su coprotagonista. Parte de la gracia de la película subyace en la ingenuidad de la rubia que tampoco es muy consciente de su arrollador erotismo y está más interesada en el aire acondicionado del vecino de abajo que en el propio vecino de abajo.

La conocida escena de la falda en el metro

De esta manera, esta película se vuelve de visualización obligatoria con la escena de la falda. La celebérrima escena del aire del metro que levanta la falda del símbolo sexual más importante de su tiempo. Hay que confesar que bien entrado en el siglo XXI, queda un tanto ridículo hablar de excitación o erotismo con esta película porque lo máximo que verá el espectador es a Monroe en bikini en una escena de apenas un segundo y sus largas piernas.

La maestría de la dirección se haya en situar a su actriz reclamo en situaciones oportunas para simular la desnudez y esquivar la censura como cuando riega la tomatera (que aparece con los hombros desnudos) o cuando se esconde en el sillón. El trabajo de Wilder con la sensación rubia se continuaría con Con faldas y a lo loco (1959) que sería otra de las películas míticas para ambos.

Conclusión de la crítica

En resumidas cuentas, se trata de una película entretenida con la que pasar un rato agradable. Es comedia sencilla sobre la realidad social del momento y cuyo divertimento yace en las ilusorias visiones de Sherman. El paso de Marilyn Monroe por la película podría sustituirse por un maniquí de unos grandes almacenes; aunque cuando las escenas provocativas fueron vistas por su marido, que las desaprobó terriblemente, le mandó a freír espárragos.

Hay que entender, sin embargo, la época de su grabación y lo chirriante de alguna de sus partes para un espectador del tercer milenio. Es una cinta que hay que ver solo por la escena de las faldas tan imitada y parodiada y juzgar después de ver.

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